Emociones como el miedo, la tristeza y el enfado nos aportan información sobre aspectos no resueltos de nuestra vida. Aprender a sentirlas y aceptarlas nos permite sanar aquello que nos impide avanzar, alcanzando así el bienestar que merecemos.
El ser humano es inteligente -aunque a veces nos cueste creerlo. Y esta inteligencia reside en nuestra capacidad de relacionarnos desde las emociones.
Situaciones del momento presente, reavivan en nosotros sentimientos que no supimos gestionar en el pasado. Sentimientos que quedaron ocultos en nuestro subconsciente, como marcas grabadas a fuego en la piel.
El pasado está presente en cada célula de nuestro cuerpo. Por eso es tan importante agradecer este momento, como una oportunidad para liberarnos de aquello que nos impide avanzar y tener la vida que tanto queremos.
El problema reside en nuestra dificultad para aceptar algunas emociones, por no saber cómo gestionarlas. Un buen punto de partida, sería conocer las emociones primarias. Según Paul Ekman, en su libro: El rostro de las emociones (2017), estas son la tristeza, el miedo, el asco, la ira, la sorpresa, el desprecio y la alegría. De todas estas emociones, vamos a centrarnos en tres: el miedo, la tristeza y la ira.
El miedo
Esta emoción, como todas las demás, puede esconderse detrás de sensaciones, estados y comportamientos inconscientes.
Por ejemplo, según la RAE, el aburrimiento es: “una sensación de fastidio provocada por la falta de diversión o de interés por algo”. De hecho, hoy en día evitamos a toda costa esta sensación, hasta el punto de saturar nuestra lista de quehaceres. ¿Pero qué hay detrás de este afán por evitar el aburrimiento?
En la entrevista realizada por la periodista Natalia Hermosín a la psicóloga Lina Romillo, para la revista Harpers Bazaar, la psicóloga respalda que aprender a aburrirnos puede ayudarnos a combatir la soledad, uno de los grandes miedos al que nos enfrentamos.
Por lo tanto, cuando evitamos a toda costa aburrirnos, quizás lo que tememos es estar solos. Pero el miedo, como todas las demás emociones, sólo nos reporta información sobre algo que necesitamos trabajar.
En Inteligencia Emocional aprendemos que el antónimo del miedo, es la seguridad. Es decir, cuando nos sentimos seguros y confiamos en nuestras aptitudes para enfrentarnos al mundo, somos capaces de combatir el miedo.
Por lo tanto, ¿tendría sentido decir que una buena fórmula para combatir la soledad, sería incorporar en nuestra dieta el amor, la confianza y el hábito del aburrimiento? Si aprendemos a aburrirnos, estamos dándonos la oportunidad de sanar, liberar y crear espacio para que el amor y la confianza se manifiesten.
De hecho, la psicóloga Romillo habla de los beneficios que resultan del aburrimiento: darnos la oportunidad de no hacer nada, estimula nuestra creatividad y tranquiliza la mente, dos cualidades necesarias para combatir el estrés al que la mayoría de nosotros nos sometemos.
La tristeza
¿Quién quiere sentirse triste? O, más bien: ¿Quién tiene tiempo para sentirse triste? Entonces, yo te pregunto: ¿Acaso no es necesario pasar por un duelo, para poder iniciar un nuevo ciclo vital de forma plena y satisfactoria?
Si la tristeza profunda desemboca en depresión, entonces es imprescindible abordar la tristeza en los primeros estados. Y para ello necesitamos llorar. Necesitamos liberar todo ese dolor que hemos tratado de ocultar al mundo y sobre todo, a nosotros mismos, para poder atraer el amor a nuestra vida.
Un buen comienzo sería escribir: escribe todo aquello que te hace daño, todo aquello que te dolió en la infancia, y después escribe cómo te hubiese gustado que te tratasen en esos momentos. Después, hazte las siguientes preguntas: ¿Qué puedo hacer ahora, para tratarme adecuadamente? ¿Qué trato espero en los demás, que no me estoy dando?
El siguiente paso, sería aprender a cubrir tus necesidades: “¿Qué necesito?”. ¿Alguna vez te has hecho esta pregunta? Y cuidado con quedarte en lo superficial -cuando una persona expresa que desea un deportivo, es posible que las necesidades encubiertas sean la libertad o el reconocimiento.
El enfado
Por último, el enfado. Qué difícil es enfadarse cuando nadie en nuestro entorno acostumbra a vernos expresar esta emoción. Sobre todo cuando asumimos una actitud de “todo va bien”, porque el miedo al caos nos lleva a adoptar una actitud pasiva. Es entonces cuando te das cuenta de la facilidad con la que otros te encasillan en un molde perfecto, para el que tus curvas no encuentran salida.
Una buena forma de abordar este tipo de situaciones, es comprender que los límites que pretenden imponernos los demás, son sólo un reflejo de los límites que se han autoimpuesto. Aprender a desvincularse de la mirada crítica del otro, es clave para una buena salud mental.
Del mismo modo, cuando somos nosotros los que asumimos un comportamiento poco tolerante hacia otros, estamos reflejando la dureza con la que nos tratamos cada vez que flaqueamos.
Además, un enfado sin gestionar da lugar a la ira y rabia. Ocultando dolor, tristeza, y/ o frustraciones no resueltas. Por eso es importante asumir responsabilidad en nuestra vida, ya que esto nos llevará a la tan ansiada libertad.
Es realmente fascinante ver cómo la vida nos ofrece la oportunidad de conocernos cada instante; cómo las relaciones son puentes hacia el autoconocimiento.
Las emociones nos ayudan a conocernos mejor. Son como guías de viaje: sólo quieren facilitar información sobre los trayectos más adecuados para el próximo destino. Así que recuerda elegir una guía actualizada y no pierdas de vista los detalles, de seguro te vendrá bien recordarlos en el camino de regreso a casa.
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Referencias:
Aburrirte en casa: los beneficios que tiene para tu salud mental. Extraído de: https://www.harpersbazaar.com/es/cultura/viajes-planes/a31923455/coronavirus-aburrimiento-aislamiento-casa-beneficios-estado-animo-psicologia/
Ekman, P. (2017). El rostro de las emociones. RBA Bolsillo.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.4 en línea]. <https://dle.rae.es/aburrimiento> [27/06/2021]