Mi querida artista,
Sé que a veces te has sentido incomprendida. Aislada. Sé que has buscado un refugio en tu mente para evitar el dolor de no ser como los demás. Corriente. Como una masa de agua que camina en una dirección determinada.
Pero qué mayor don que el ser diferente. Por qué encajar en un molde cuadrado cuando tu alma es redonda, infinita. Como un punto en un plano sin márgenes.
El camino va a estar lleno de obstáculos. Pero los más grandes vendrán de dentro. De ese refugio en tu mente, que construiste para proteger tu inocencia en un mundo de canallas. Tu mayor reto entonces, no será encajar, si no desprenderte de un pasado que llegado el momento te va a limitar.
Hay que soltar. No te va a quedar otra que perdonar, mi querida artista. Perdonar a todas esas personas que te vieron con ojos entumecidos. Que trataron de hacerte daño, proyectando su corazón pequeño y limitado en ti. Eso ha quedado atrás. Ahora mereces darte una nueva oportunidad.
Ha llegado el momento de sanar. De reconocer la bondad en los demás. Porque tú también la tienes. De tomar decisiones que te hagan feliz, para poder recuperar la luz que te pertenece. Ha llegado el momento de defraudar. Sí. De volver a ti.
Paso a paso. No tienes que hacerlo todo de golpe. Solo un pasito cada vez. Avanza sin agobiarte, pero sin sucumbir a la parálisis. Asegúrate de que eres feliz. Feliz de verdad. Encuentra lo que para ti es importante.
Y por último, mi querida artista, cuídate. La bondad de corazón es un bien escaso. Cuídate del desprecio, de la falta de empatía, pero sobre todo del odio. En un mundo hiperinformado, la ignoracia emocional se ha convertido en la nueva moneda de cambio.