Ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que me pasé un día en pijama. Si dejara de insistir, de presionar, tengo la sensación de que me pasaría varios días sin salir de casa. Hecha un ovillo. Completamente desaparecida del mundo.

Hace poco me dí cuenta que el estrés se había convertido en ese invitado molesto, que por algún motivo no toleras pero la energía que supone confrontarle es tan grande, que al final te acostumbras a su presencia.

Es como si mi organismo ya no supiera volver a un estado de tranquilidad. A mi mente puedo confundirla, engañarla y decirla que todo está bien, que estoy en paz; pero mi cuerpo no miente. Mi cuerpo se queja por las noches, aprieta los dientes tratando de controlar algo, lo que sea, porque lo que pasa ahí afuera es demasiado impredecible. Da demasiado miedo.

La vida te golpea: “¡Bum!”, y mientras te estás levantando te vuelve a golpear: “¡Bum!”. Piensas que ya no pueden pasar más cosas, te recoges poquito a poco, con paciencia y entonces llega la última oleada de disparos: “¡Bum!, ¡bum!, ¡bum!”. Todo el mundo a tu alrededor se pregunta porqué. Por qué tantas cosas, todas ellas juntas y sin un maldito respiro. Pero tú en el fondo lo sabes. Sabes que todo en esta vida es consecuencia de algo. Sembramos. Recogemos. Sembramos. Recogemos. Pero lo que no te cuentan, es que la mala siembra de otros también te afecta.

¿Y qué es justo? Si me pasara la vida tratando de responder esa pregunta, me moriría antes de haberle dado un sentido a lo que de verdad importa. Es muy frustrante. Da rabia. Entran ganas de llorar. ¿Y qué haces? ¿Llorar todo el tiempo? La vida sigue.

Ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que me pasé un día en pijama. Si dejara de insistir, de presionar, tengo la sensación de que me pasaría varios días sin salir de casa. Hecha un ovillo. Completamente desaparecida del mundo. De todos y de nadie. Estoy tan cansada. Cuánta presión por favor. Ya basta. Presión por saber, por destacar, por acumular, por tener. ¿Y dónde queda el ser? Cuánta obsesión por llamar la atención. Me estoy quedando sin batería de atención.

Tengo ganas de volver a mí. De sentirme libre. De soñar. Tengo ganas de dejar de hablar de lo que me pasa. Eso también me cansa. Me cansa hablar de mi vida en pasado. Me cansa la gente cansada. Hay tanta gente cansada de si misma que solo de pensarlo agota. ¿No te cansa? Porque a mí, no sabes cuánto.

Y qué más da. En serio. Qué más da estar en silencio y que nadie sepa lo que estás haciendo. ¿Sería el fin del ego? A lo mejor, eso es lo que necesito; que desaparezca una identidad que está perdiendo su razón de ser para dar lugar a algo mucho más auténtico.

O a lo mejor, lo que de verdad necesito, es un día en pijama.

 

Imagen de Francisco do Carmo franklino Maranhão en Pixabay un día en pijama

 

 

Sara Juárez Batista
Privacy Overview

This website uses cookies so that we can provide you with the best user experience possible. Cookie information is stored in your browser and performs functions such as recognising you when you return to our website and helping our team to understand which sections of the website you find most interesting and useful.