En el viaje de la vida vamos a encontrarnos con muchos obstáculos. Circunstancias naturales que nos impidan avanzar en un momento dado y nos obliguen a replantearnos las decisiones tomadas. Pero sobre todo, los grandes obstáculos estarán dentro de ti. La manera en la que aprendas a gestionarlos marcará toda la diferencia. ¡Vamos a por el miedo a la soledad!

¡Por cierto! En el post anterior hemos visto el miedo a lo desconocido, si no lo has leído accede a él ahora.

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Tener una vida plena implica aceptar momentos de soledad. Así, aprendemos de nuestras emociones y alcanzamos el bienestar. La virtud está en lograr un equilibrio: encontrar en nosotros un refugio y construir, a su vez, relaciones sanas que nos empoderen.

Qué es la soledad

La soledad, definido por la RAE, es la: “Carencia voluntaria o involuntaria de compañía”. Es decir, una persona puede elegir estar sola, o por el contrario, verse obligada a estarlo. La pregunta que me planteo al leer esta definición es: ¿Una persona que encuentra el gozo de estar en su propia compañía, llega a sentirse alguna vez sola?

Antes, analicemos la segunda acepción del diccionario: “Pesar y melancolía que se siente por la ausencia, muerte o pérdida de alguien o algo”. Quizás, esté un poco más relacionada con lo que comúnmente conocemos por “sentirse solo”.

Esta última definición, corresponde con lo que sentimos cuando una parte de nosotros cree que necesita de algo o alguien para poder seguir adelante.

En caso de que el motivo de la ausencia sea la muerte, necesitamos pasar por un duelo que nos permita sanar y liberar el dolor. Esta muerte puede ser física como la de un ser querido, o simbólica, como un cambio de ciudad, de etapa o de relaciones.

En el proceso, entendemos que somos capaces de vivir en la ausencia del ser querido o de aquello que hemos dejado atrás.

 

La soledad que nos empodera

Volvamos a la primera definición: “Carencia voluntaria o involuntaria de compañía”. Cuando buscamos la soledad, nos estamos dando el permiso de estar con nosotros mismos, aun a riesgo de no agradar a los demás con esta decisión.

Llegarán momentos en la vida en los que necesites estar en soledad, te lo va a pedir el cuerpo y el espíritu. Es importante que prestes atención a estas señales, porque si te concedes el derecho de atenderlas, cultivarán en ti la serenidad y templanza necesarias para afrontar los tiempos difíciles.

No tengas miedo, porque ninguna carretera es infinita y, si atiendes tus necesidades, pronto volverá a ti la compañía de los demás desde un lugar de respeto mútuo: la interdependencia.

 

La soledad no deseada

Ahora, quiero centrarme en la soledad no deseada, porque considero que es un tema muy presente en la actualidad y no hace distinción de edades.

Las demandas para alcanzar unos ideales de perfección son cada vez mayores y más sutiles, por eso es crucial encontrar en nosotros un refugio que nos fortalezca. Y las redes sociales -incluyendo la mensajería instantánea- pueden tener un efecto negativo a medio plazo, si no sabemos gestionar el problema de fondo.

La soledad no deseada surge, entre otras causas, cuando creemos que necesitamos de los demás para cubrir nuestras necesidades, desde la codependencia. Es decir, huimos de nosotros mismos porque en el fondo, creemos que no somos capaces de cuidarnos. Por eso, es tan importante aprender a cuidarnos, como construir un círculo sano de relaciones.

Imagínate por un momento un niño indefenso. El niño está triste y necesita tu atención, tu comprensión, tu aceptación para que le consueles, pero si en lugar de eso le regañas, le ignoras o le quitas valor a su emoción, buscará otras fuentes que le alivien el dolor.

Estas fuentes pueden ser un dulce, un juguete, u otra persona dispuesta a darle un poco de atención, aunque su necesidad primaria no quede resuelta. Eso al niño le da igual, no distingue, sólo necesita sentir amor para sobrevivir. Y el amor lo traduce en atención, aceptación, aprecio, aprobación y afecto.

Cuando crecemos, el niño interior se traduce en emociones. Si no aprendemos a atender, gestionar y cubrir nuestras necesidades desde la información que nos proporcionan las emociones, dependeremos de la aprobación de los demás para sobrevivir. Seremos esclavos por elección, y no hay peor condena que la autoimpuesta.

Por eso, te animo a que te enfrentes al miedo de estar en soledad. Cuanto más miedo te de, más necesitarás enfrentarlo, y la mejor manera de superarlo es sumergirte en él.

Cuando ya no te sientas sola, solo, aunque estés en soledad, entonces podrás relacionarte con los demás como una persona plena. Y recuerda, soledad no es sinónimo de aislamiento. Te sorprenderá cuánta gente está dispuesta a tenderte la mano en el proceso.

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Sara Juárez Batista
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