En el viaje de la vida vamos a encontrarnos con muchos obstáculos. Circunstancias naturales que nos impidan avanzar en un momento dado y nos obliguen a replantearnos las decisiones tomadas. Pero sobre todo, los grandes obstáculos estarán dentro de ti. La manera en la que aprendas a gestionarlos marcará toda la diferencia. ¡Vamos a por el miedo al fracaso!
¡Por cierto! En el post anterior hemos visto el miedo a lo desconocido, si no lo has leído accede a él ahora.
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Miedo al fracaso
“¿Sabes cuál es el lugar más rico del planeta? El lugar más rico del planeta es el cementerio. Porque allí descansan los libros que nunca se publicaron, ideas que no se aprovecharon, canciones que no se cantaron y obras de teatro que nunca se representaron. No eres un accidente, y ciertamente no eres un error. Estás aquí con un propósito”.
Según internet, este mensaje lo dijo el Dr. Myles Munroe, orador motivacional y ministro cristiano evangélico pentecostal de las Bahamas. Vamos, un fuera de serie.
Porque para llegar a esa profundidad, a esa comprensión del miedo, y del ser humano, debes serlo. Quiero compartir contigo una historia antes de que veamos cómo gestionar este miedo.
Cuando la crisis existencial llama a la puerta
La primera vez que el mensaje del Dr. Munroe llegó a mí, fue unos días antes de dejar la carrera de psicología en Escocia. Vamos a hacer un breve paréntesis para ponerte en contexto: A los 18 años había conseguido una beca para estudiar psicología en Escocia. Era allá en 2013.
Estábamos a mediados del segundo curso y acababa de tener una reunión con el consejero que me habían asignado, porque estaba pasando por una crisis existencial.
Básicamente, para que te hagas una idea, cuando llegaba a casa de la uni en lugar de estudiar y hacer ejercicios de estadística y laboratorio -sí, lo que oyes, o sea me muero, de verdad, me muero solo de recordarlo, pues en lugar de hacer eso me ponía a escribir en un blog que había creado por aquel entonces.
El caso es que acudí al consejero de la uni porque me sentía miserable. Por entonces trabajaba en hostelería algunas tardes, y entre las clases, assignments y movidas, no tenía tiempo para nada. Y por nada, me refiero a: pintar, tocar la guitarra, bailar y escribir. Es decir, no tenía tiempo para mí.
Lo pienso ahora y la situación con el consejero visto en la distancia, me resulta incluso cómica. Imagínate la cara de un Dr. en psicología escuchando a una joven de 19 años, medio llorando porque no tenía tiempo para tocar la guitarra. Pues el hombre, en su sabiduría me dijo: los estudios son lo primero, ya tendrás tiempo para tus hobbies.
Wait… What??
Me quedé estupefacta. Me sentó como una jarra de agua fría, porque esa misma frase aunque dicha en español claro, me había perseguido durante toda mi infancia y adolescencia. Y es que aquel hombre, tenía toda la razón.
Tal como estaba planteando mi vida, le había otorgado a lo que era más importante para mí el estatus de pasatiempo. Y eso es lo que me estaba matando.
Recordé que si había ido a Escocia era para encontrarme a mí misma, y para reunir el valor, llegado el momento, de tomar decisiones. Pase en menos de un minuto, de víctima a dueña de mi vida.
Para mí dejar la carrera entonces, fue una decisión muy coherente y me sentí libre. Esto es lo primero que quiero que recuerdes: cuando tomas una decisión desde la libertad, el empoderamiento, desde la validación de quién eres, sientes paz. El conflicto desaparece, porque la razón ha actuado al servicio de tu intuición.
En palabras y con la distancia, todo suena fluido y bonito, pero ya te puedo decir que fue duro. Cuando tomas una decisión importante para ti, no todo el mundo va a estar de acuerdo, ni lo va a ver bien.
Lo importante es que tú no te des de lado. Si tú persistes, si tú confías, si tú crees en ti, irradias una energía diferente. Y te aseguro, que la vida te cubrirá las espaldas. Confía en el proceso. Es todo lo que puedo decirte.
¿Qué tiene que ver todo esto con el miedo al fracaso?
La mayoría de las veces, en muchas áreas de nuestra vida estamos dando el 50, 60 por ciento en el mejor de los casos, de todo nuestro potencial. ¿Por qué es esto? ¿Es por comodidad? ¿O es que hay algo más que no queremos gestionar?
El Dr. Munroe plantó una semillita en mí. Y te quiero trasladar el mundo de posibilidades que se fueron abriendo ante mí:
¿Y si has venido a este mundo para hacer algo bueno? ¿Y si tú decides que sea así para ti? ¿Y si decides que si tienes los talentos, habilidades, facilidades para hacer algo, es porque también tienes la capacidad innata de sacarlas a relucir y contribuir al mundo con ellas?
Como ves, lo que decidas o no creer es tu elección. En serio, entre elegir creer que el mundo es un lugar que te respalda, a elegir creer que es un lugar hostil, ¿por qué no elegir creer lo primero?
Gestionar el miedo al fracaso
Para saber cómo gestionar este miedo, vamos a utilizar a otro miedo amigo, el miedo a la muerte, para que nos facilite herramientas que también podremos aplicar a la hora de decidir si luchar o no por un sueño o un objetivo más allá de si lo conseguimos o no. Es decir, más allá de tu propia definición de éxito, y fracaso.
Antes de nada, pregúntate lo siguiente: ¿qué te da más miedo? ¿Morir, o llegar al final de tu vida y darte cuenta de que no has vivido nada? De que esos momentos, esos pequeños momentos los has dejado pasar, por una fantasía del ego. De acumular, de apariencia, de palabras vacías.
Lo que le pasa al personaje protagonista en la novela corta La muerte de Iván Illich (1886), de Leon Tolstoi, es aterrador. Si no la has leído te dejo un enlace para adquirir la versión Kindle. Y seguro que la tienen en el catálogo de la biblioteca pública de tu ciudad.
La sola idea de vivir toda una vida siguiendo un esquema y de repente, en el lecho de tu muerte darte cuenta de que en el afán por ser la persona perfecta, trabajadora, y esclava de un sistema, dejaste de lado lo más importante, pone la piel de gallina a cualquiera.
El miedo a la muerte como aviso existencial
Me quedo con las palabras del doctor Wayne Dyer en su libro: “Diez secretos para el éxito y la paz interior”(2001). Dice así:
“Hay una presencia intuitiva e invisible que está siempre con nosotros. Yo imagino esa presencia como una pequeña y pesada criatura que se sienta sobre nuestro hombro derecho y nos advierte cuando hemos perdido de vista nuestro objetivo. Este pequeño compañero es nuestra propia muerte, que nos urge a continuar con aquello para lo que hemos venido aquí. Nuestro invisible compañero nos azuza cuando perdemos otro día más haciendo lo que algún otro nos ha dictado si ello no forma parte de nuestra pasión vital”.
El autor se refiere al hombro derecho como una metáfora del hemisferio derecho del cerebro, ligado a nuestra creatividad e intuición. Cuando la razón está al servicio de nuestra intuición, todo fluye. Cuando no, hay conflicto. Frustración, desgaste. Lo importante es que escuches tu compás interior.
Olvídate por un momento de lo que puedan decir los demás. De la definición que la sociedad trata de imponerte directa e indirectamente sobre el éxito, y el fracaso.
Permanece en silencio y presta atención las veces que haga falta hasta que encuentres ese equilibrio. Prueba cosas nuevas, exponte a situaciones nuevas. Es tu vida de lo que estamos hablando, y creo que mereces darte esa oportunidad y las que haga falta. Ahora solo falta que tú también lo creas.
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