Cuida de tu salud emocional mientras aprendes a reconocer y gestionar la inmadurez emocional, mejorando la calidad de tus relaciones.
En nuestro día a día lidiamos con situaciones que pueden abrumarnos emocionalmente. La mayoría de las veces somos incapaces de reconocer qué nos pasa ni por qué nuestro estado anímico ha cambiado tan repentinamente. Por eso, me gustaría compartir contigo el conocimiento de la psicóloga Lindsay C. Gibson, dedicando este artículo a la inmadurez emocional.
La inmadurez emocional
Gracias a la investigación de psicólogos como Lindsay C. Gibson, autora del libro: “Recovering from emotionally immature parents” (2019), sabemos que hay una serie de factores que nos ayudan a detectar cuándo estamos lidiando con una persona emocionalmente inmadura. Para evitar estar escribiendo constantemente estas tres palabras, voy a seguir el ejemplo de Gibson y emplearé las siglas (PEI).
Tomar conciencia de los patrones de conducta de las PEI nos permite conservar nuestra autonomía, libertad y empoderamiento como individuos, así como mejorar la calidad de tus relaciones.
Antes de nada, me gustaría enfatizar que todos podemos encajar en alguno de estos patrones de conducta, según el área de nuestra vida que aún nos quede por desarrollar. La madurez es algo que está en continua expansión y cuanto más trabajemos en potenciarla, mejor nos irá ya no sólo en nuestras relaciones con los demás y nuestro entorno, sino en la que considero la relación más importante de todas: la que tenemos con nosotros mismos.
Características de una relación con una persona emocionalmente inmadura (PEI):
Si has convivido con una PEI ya sea en casa, en el trabajo o en tu grupo de amistades, podrás sentirte identificado/a con las siguientes afirmaciones:
- Frustración, porque tus necesidades no están cubiertas.
- Ausencia total de vulnerabilidad e intimidad (las relaciones para las PEI se basan en el poder y el control).
- Desgaste emocional, porque estás haciendo todo el esfuerzo para conservar un equilibrio en la relación.
- Sentimiento de aislamiento emocional, de soledad no deseada en compañía del otro.
- Sentimiento de incomprensión; te sientes invisible a sus ojos.
Las PEI se relacionan a través de “contagio emocional”. Esto quiere decir que en lugar de expresar con palabras cómo se sienten, se comunican a través de un contagio emocional no verbal, en el que sobrepasan tu espacio de seguridad y límites para que te sientas igual de molesto que ellos. Por favor, no confundir esto con empatía.
La empatía es la capacidad de ponernos en el lugar del otro sin juicios. Es una actitud que nos permite sintonizar con el sentimiento de otra persona, tomando conciencia de que ese sentimiento le pertenece al otro. Es decir, la empatía nos lleva a comprender el mundo interior del otro, al mismo tiempo que somos conscientes de nuestro propio mundo interior.
Cuando nos relacionamos con una PEI, esperan que intuyas cómo se sienten sin expresarlo con palabras. La frase que todos conocemos y hemos utilizado en alguna ocasión: “si me quisieras, sabrías lo que me pasa”.
Lo interesante de esto, es que un niño está legitimado para sentirse y pensar de esta manera, porque necesita que sus padres entiendan sus necesidades por pura supervivencia. Cuando las necesidades de un niño no son cubiertas y entre ellas incluyo sin lugar a dudas, las necesidades emocionales, los niños aprenden a desconfiar de su propia intuición.
Es decir, cuando una persona adulta le resta importancia a la emoción de un niño, cuando reacciona culpabilizando, avergonzando o cuestionando la verosimilitud de ese sentimiento, ya sea de forma directa o “bromeando”, los niños aprenden a dudar de sí mismos, a cuestionar su valía. Y entonces la aprobación de los demás se convierte en su única moneda de cambio. Se convierten en veletas; en lugar de barcos con timón y velas.
¿Cómo te afecta relacionarte con una PEI?
Antes de entender por qué nos podemos llegar a comportar de esta manera, veamos brevemente cómo puedes sentirte cuando te relacionas con alguien emocionalmente inmaduro:
- Te sientes responsable por sus sentimientos.
- Te sientes agotado/a porque tu sistema está en constante alerta sobre cómo van a reaccionar.
- Cuando tratas de resolver su problema te sientes aún peor que al principio, porque es una línea sin final. Necesitan el problema porque eso es lo que conserva tu atención. No les interesa la solución.
- Tus reacciones emocionales hacia ellos son muy intensas.
Entendiendo la inmadurez emocional
Bien, ahora toca empatizar con la situación de las PEI.
Las personas que han crecido sin ningún tipo de referente emocionalmente maduro, sin una estructura sólida, sana y estable, son más propensas a desarrollar este tipo de comportamientos. Es recientemente cuando hemos empezado a hablar de la importancia de ser un ejemplo consciente para los demás. Los niños aprenden de lo que ven y perciben. De nada sirve decirle a tu hijo que no diga palabrotas si luego las repartes como billetes de la bonoloto.
En casas donde la manera de educar era (y es) a base de castigos físicos, abuso emocional, humillaciones, los niños crecen sin un sentido de individualidad y amor propio, sin confianza ni seguridad, lo que hace que busquen desesperados controlar a los demás y al entorno. Porque el control, da esa falsa sensación de seguridad.
Aquí es donde entra el efecto que tienen los traumas familiares en el relevo generacional. Diversas investigaciones confirman que los traumas del pasado pueden ir de generación en generación, pasarse de padres a hijos (Wolynn, 2016) hasta que alguien en la familia decida ponerle fin al dolor -eso sí, con mucho trabajo personal y terapia.
Hemos visto qué es la inmadurez emocional, porqué sucede y qué efectos puede tener en nosotros lidiar con PEI. Ahora llega el momento de ver qué podemos hacer al respecto.
Cuidando de nuestras relaciones desde la inteligencia emocional
Algo que me ha sorprendido leyendo el libro de la psicóloga Gibson (2016), es que pone en cuestionamiento la creencia popular de que los demás no pueden “hacernos sentir” de una manera determinada porque en teoría, somos “dueños” de nuestras emociones.
La realidad es que hay momentos en los que otras personas sí ejercen cierta influencia sobre nosotros. Lo importante aquí para mejora la calidad de tus relaciones es reconocer que no somos inmunes a esta influencia y tomar conciencia a tiempo de la “coacción emocional” que están ejerciendo, para desquitarnos de su intento de dominación e influencia.
Me parece interesante recalcar que la madurez emocional no viene determinada por el entorno social ni económico (Vaillant, 1997). Mi conclusión es que no podemos cambiar a los demás ni tampoco nos corresponde hacerlo. Lo que sí podemos hacer es asumir nuestra parte de responsabilidad.
Por tanto, una vez hemos tomado conciencia, lo siguiente que necesitamos hacer para mejorar la calidad de nuestras relaciones es trabajar en nuestra propia inteligencia emocional. Esto nos dará las bases para reconocer en nosotros y en los demás, actitudes y comportamientos destructivos que desembocan en culpa, vergüenza, falta de confianza y miedo mal gestionados. Para ello, te dejo tres recomendaciones:
- Aceptar que de la misma manera que sólo podemos dar de lo que tenemos, cada cual lo está haciendo lo mejor que puede según su nivel de conciencia.
- Pasar por el duelo, la pérdida de lo que no pudimos tener y tanto necesitamos del otro, y darnos el permiso de construir algo nuevo para nosotros. Recuerda: siempre podrás elegir ser el cambio que quieres ver en los demás sin esperar nada a cambio. Con el único propósito de enmendar y sanar.
- Visualizar las nuevas relaciones que vamos a tener a partir de ahora. Es fundamental que validemos nuestras emociones y sentimientos. Que les demos una voz y un sentido para poder darnos la oportunidad de crear algo nuevo para nosotros.
Si te has sentido identificada con alguno de los puntos que he tratado en este artículo, el libro: Recovering from emotionally immature parents” (Gibson, 2019) incluye ejercicios prácticos para ir haciendo a medida que vas avanzando en cada capítulo. La única pega que puedo ponerle es que aún no han hecho traducción al español.
Por eso y para que no te quedes con las ganas, tengo buenas noticias: el primer libro de la autora sí está traducido: “Hijos adultos de padres emocionalmente inmaduros” (Gibson, 2016).
Porque todos merecemos sanar y crear una nueva realidad, que nos ilusione y empodere.
Además, si quieres entender mejor la importancia de saber gestionar las emociones, te invito a que leas mi guía gratuita para alcanzar bienestar y equilibrio en la vida: El poder de las emociones. Incluye algunos ejercicios prácticos para empezar a tomar conciencia de dónde estás, y hacia dónde te gustaría redirigir tu vida.
Tu turno: ¿cuáles son tus libros favoritos para mejorar la calidad de tus relaciones?
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Referencias:
- Gibson, L. Recovering from emotionally immature parents” (2019). Raincoast books.